Claves de la buena literatura
Tenía "Sombras sobre El Hudson" del premio nobel Isaac Bashevis Singer oculto en un anaquel de mi biblioteca. Se trata de uno de esos libros que uno compra siguiendo la recomendación de los críticos más sesudos. Leí una par de hojas y lo dejé hasta que, por casualidad, volvió a caer en mis manos. Está vez, al leerlo, sentí eso que ocurre pocas veces después de la madurez, volví a leer una novela como en la adolescencia o la primera juventud, con la pasión y la inocencia del descubrimiento. Con la convicción de que los personajes que aparecen ante nuestros ojos no podrán ya apartarse nunca de nuestra memoria.
Entrevista con Isaac Bashevis Singer
Best seller versus obra maestra maes
" Sombras sobre el Hudston" apareció en 1957 por entregas en un periódico escrito en yiddish y ha sido traducido directamente al español. Pero, por qué esa novela es una obra importante, qué la hace diferente de esos best seller que uno lee a veces con el mismo interés y el mismo deseo de conocer el final, aparte del hecho de que Isaac Singer es un premio Nobel. Por de pronto, aquí la ficción da una total sensación de autenticidad, como todo buen libro, conecta con un estrato profundo de nuestro ser y nos enseña más sobre la naturaleza humana. Cuando cerramos sus páginas sabemos que hemos aprendido algo nuevo sobre nosostros mismos y sobre los demás.
En segundo lugar los personajes de los best seller al uso envejecen pronto, tomemos, por ejemplo, a Lisbeth Salander, la modernísima protagonista de la famosa trilogía y póstumo éxito de Stieg Larsson, que arrasó en muchos paises; cuatro años después de su traducción al español, a pesar de sus piercings y sus habilidaes de hacker, ya se la ve mucho más vieja y pasada que cuando nos sorprendía toparnos por la calle con transeuntes leyendo el libro que relata sus hazañas en medio de un semáforo. Sin embargo
Anna, Ester o Grein, los protagonistas de la novela de Singer, siguen viviendo ante nuestros ojos igual que hace más de cincuenta años, cuando se publicó el libro y el grupo de judíos polacos que retrata Singer vivían en Nueva York tratando de olvidar el nazismo que había aniquilado a sus familias.
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