Los fascinantes diarios de Jaime Gil de Biedma






Estoy leyendo el último libro publicado sobre el poeta Jaime Gil de Biedma, editado por Lumen, que recoge sus  diarios de juventud, publicados tras su muerte con el título "Retrato del artista en 1956", al que en esta edición, prologada por Andreu Jaume, se le añaden otros tres que escribió años más tarde, hasta ahora inéditos; el último de ellos lo escribió en la clínica de París en octubre de 1985, cuando fue ingresado para recibir tratamiento  para el Sida, la enfermedad de la que acabaría muriendo en febrero de 1990. (Leer más)





la prosa de Gil de Biedma es tan buena como su poesía, a menudo aderezada con el humor punzante y un si es no es cáustico que ejercía también sobre si mismo. Sus descripciones sobre el mundo que le rodea; en su trabajo de alto ejecutivo de Tabacos de Filipinas; con sus amigos del mundo intelectual de Londres o Barcelona; o en su vida nocturna de alcohol, amoríos y aventuras sexuales,  contados con una sinceridad y una inteligencia cautivadoras,  completan el retrato de uno de los escritores de la llamada, generación de los 50, que ha ejercido más fascinación en sucesivas generaciones de artistas.




                                                    ¿Ser decente?



En su diario hay un episodio ocurrido en Hong Kong, que destaca en su prólogo  Andreu Jaume, y yo transcribo aquí ya que revela su tipo de sensibilidad. En él, Jaime Gil de Biedma, después de comprobar la miseria de una casa, a la que ha sido invitado a buscar sexo,  se hace la siguiente reflexión:

"Entonces algo me dejó aterrado: descubrí que yo me iría. me iría de allí, me iría al hotel, me iría a Hong Kong, me iría a Manila, luego a España. y en el hotel y en Manila y en España y en cualquiera otros sitios adonde fuera me tumbaría en una cama, tendría un cuarto de baño y una maquinilla de afeitar, una silla para sentarme y un libro que leer. Otros en cambio saldrían por la mañana al tiempo que yo, pero no se irían. Cuando llegase yo al hotel ya estarían ellos en el trabajo, y a la noche siguiente, cuando yo me desnudase libre ya, rico otra vez, ellos entrarían otra vez allí, se arroparían en la misma pelliza nauseabunda, se dormirían otra vez, rendidos, instantáneamente.

Así días, días, mientras yo estoy en Hong Kong o en Manila, al tiempo que vuelo hacia España, mientras me levanto en Barcelona, viviendo en horas distintas. Y si regreso alguna vez, ellos, y si no ellos otros como ellos,  miles como ellos, seguirán por años y por años, sin esperanza de hotel, sin esperar rabiosamente que den las siete para escapar y saltar al otro lado de la vida. Y eso, la miseria absoluta, el vivir de continuo hostigados por las necesidades, aterrados, rechazados, retrocedidos al último escalón de la sobrevivencia, será su vida humana, será toda su vida.

Desde aquella noche han pasado  más de dos semanas. procuro no recordarla demasiado, es una pesadilla cuya realidad voy aplazando; duele todavía, y el día que deje de dolerme habré dejado de ser una persona decente"






Comentarios

  1. Resulta emocionante una forma tan estética de expresar un sentimiento ético. Nat

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  2. Sí, la verdad es que era un gran esteta y du prosa no tenía nada que envidiar a su poesía

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